Malaquías 4:6
El
hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos
hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición.
Una de las mayores preocupaciones de
los padres y de la iglesia es perder contacto con nuestros niños y jóvenes. Me
refiero al contacto emocional y espiritual, porque tener contacto físico no es
difícil, cuando estamos al lado de ellos. Por un par de décadas he observado
muy de cerca a algunas generaciones: sus gustos, sus costumbres, sus estilos,
sus sueños y anhelos. Ciertamente han ido cambiando dia a dia. ¡Pareciera como
si tuviéramos que perseguirles sin perderles de vista, o a la vuelta de la esquina nos encontraremos
con personas totalmente desconocidas!
Pero en realidad hay un conjunto de características que nunca cambian en
los niños, adolescentes y jóvenes, y son
los siguientes aspectos:
Jeremías 1:5
Antes que te formase en el vientre te
conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones.
a.
Ser conocidos
a profundidad. Ellos tienen una necesidad genuina y muy grande de ser
tomados en cuenta como individuos. Es común llamar a los niños no por nombre
sino con referencias, como “El hijo del hermano Pérez”, “El hermanito de Ana,
la corista” o “la sobrina de la maestra”, pero cuando les llamas por nombre,
indicas que sabes mucho de ellos, no solo información de sus familias, pero de
sus intereses, actividades e incluso de sus frustraciones, y eso les impacta
enormemente, porque se dan cuenta que alguien piensa en ellos, que no pasan
desapercibidos y que realmente importan. A mi parecer este seria el primer y
mas grande principio para ser maestros y padres influyentes en la presente
generación.
b.
Permíteles
conocerte.
Claro, ellos saben quien eres también, pero puede que solo piensen en ti como
“Papa, el fuerte”, “Mama, la amorosa”, “Mi maestro de los domingos” … Cuando yo
era niño, veía a los adultos como seres sin necesidades ni vidas propias. Eran
como robots que solo llenaban un rol en la sociedad. Pero tuve una maestra que
me invito a comer a su casa, me permitió jugar con sus hijos, me hablo de su
infancia e incluso me toco visitarla cuando estuvo enferma. Eso causo una
profunda admiración hacia ella como niño. Atrévete a mostrarles tu lado humano,
diles que no eres perfecto, pero que llevas varios pasos mas adelante que
ellos. Déjales conocerte poniéndote a veces a su nivel. ¡No temas perder tu
autoridad, porque ciertamente el hacer esto en realidad lo que harás es
refirmarla!
c.
Muéstrales tu
Fe en Dios. A veces los adultos somos buenos actores. ¡Pareciera como
si las iglesias tuvieran un dispositivo transformador de rostros en la puerta
de entrada! Veníamos discutiendo en el coche camino a la iglesia y minutos mas
tarde nos encontramos con una sonrisa gigante conversando con otros adultos, y
nuestros hijos van registrando esto como una actitud “Incongruente”. A todos
nos pasa algunas veces, pero es mejor hablar con nuestros hijos con toda
honestidad acerca de nuestras luchas, y nuestra necesidad de ser ayudados por
Dios cada dia, en lugar de dejar pasar este tipo de situaciones por alto. Ellos
no solo saben que no somos perfectos, de hecho están convencidos de ello. Pero
si tomamos tiempo para compartirles acerca de como es que necesitamos depender
de Dios para que las cosas salgan bien, que vivimos a veces días estresantes
pero siempre que oramos a nuestro Padre celestial y recurrimos a su palabra, recibimos paz y seguridad, y
experimentamos victoria sobre toda circunstancia; este tipo de demostraciones
que les permiten conocer nuestro lado vulnerable les habla de que somos “barro
en manos del alfarero”, y así mismo ellos.
d.
Haz cosas
diferentes y únicas. Ellos aman lo nuevo, lo genuino, lo que sorprende, lo que
causa expectativa. Si todos los días les das el mismo desayuno, te van a pedir
algo diferente tarde o temprano. Si cada clase dominical es idéntica en
formato, van a perder poco a poco el interés. ¡Hasta nosotros los adultos nos
aburrimos de lo mismo! ¿No es cierto?... ¡Atrévete a ser diferente como padre o
maestro! ¡Es bueno inspirarnos en el trabajo que otros bien hacen, pero se torna
frustrante cuando tratamos de replicar las acciones de alguien mas y ver que no
nos funciona igual! Dios nos dio una
personalidad única. Todos tenemos una historia diferente, hemos vivido
experiencias muy personales, y eso nos hace especiales. Nuestros menores se
emocionan al descubrir cosas nuevas, y también nosotros nos sentiremos muy
motivados al ver que nuestras acciones para con ellos rinden frutos cuando les
vemos crecer en conocimiento de Dios, de ellos mismos y de la vida
e.
Diviértete. Existen
numerosos estudios acerca de la diversión, y se ha llegado a una muy acertada
conclusión: lo divertido favorece enormemente el aprendizaje. Cada vez que
afectamos positivamente sus emociones, hay un proceso cognitivo firme y sano en
el cerebro que genera nuevo aprendizaje.
Como padres, ¿Por qué no hacemos de las rutinas en el hogar algo
divertido y ocurrente? ¿Por qué no jugamos con ellos al enseñarles a ser
responsables y cumplir con sus deberes? ¿Por qué tenemos que hacerlo como una
obligación si pudiéramos darle el toque de deleite? O como maestros, ¿Por qué no dedicar algunos
minutos a simplemente jugar antes de hablar y hablar? De verdad, ¡La diversión
es un estimulante emocional poderoso que les prepara para recibir lo que
después les vayas a decir! Las actividades divertidas (Lúdicas) pueden contener
sonidos, texturas, colores, sabores y formas. Estas pueden tener una estrecha
relación con lo que se quiere aplicar como enseñaza, pero incluso pudiera no
tener nada que ver. Cuando te diviertes con ellos, simultáneamente les das
muchos mensajes que llegan directo al corazón: “tu me importas lo suficiente
como para querer pasar tiempo contigo”, “me gusta mucho verte reír”, “eres libre para ser como
Dios te hizo” , y “Es aceptable jugar”… ¡De hecho como adultos nos evitaríamos
muchos dolores de cabeza si jugáramos en la vida un poco mas, en vez de
tomarnos todo tan a pecho al grado de sufrir taquicardias constantes!
EN CONCLUSION…
Cuando nos
involucramos en la enseñanza de nuestros niños y jóvenes, estamos haciendo
mucho mas que solo llenar sus cabezas de información: Les estamos formando para
la vida. Hay una estrecha relación entre quienes somos como personas y el mensaje
que les damos, es decir, no podemos enseñar efectivamente sin involucrarnos
personalmente con ellos. Es necesario dar pasos de acercamiento hacia ellos,
removiendo obstáculos y creando vínculos afectivos. Ellos serán formados de
manera sólida en el conocimiento de la Palabra de Dios y nuestras vidas adultas
son una herramienta poderosa del Padre celestial para tal fin.
Deuteronomio
6:6-9
Y estas palabras que yo te mando
hoy, estarán sobre tu corazón; 7 y las repetirás a tus hijos, y hablarás
de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando
te levantes. 8 Y las atarás como una señal en tu mano,
y estarán como frontales entre tus ojos; 9 y las escribirás en los postes de tu
casa, y en tus puertas.

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